Convivencia positiva y escuela
Al hablar de , convivencia estamos refiriéndonos a un aspecto fundamental en la constitución del ser humano. Por una parte, al desarrollo en cada una de nosotras y nosotros de la capacidad de conocerse y relacionarse consigo mismo y por otra, la de conocer y relacionarse con los demás y con el entorno de una manera positiva.
La convivencia es un término que se asocia también con otros conceptos e ideas. Entre ellas destacan, la coexistencia pacífica de varias culturas, el desarrollo emocional y la adquisición de las habilidades sociales y valores morales necesarios para compartir la experiencia de la vida, desde la defensa de la dignidad de todas las personas, la equidad la inclusión y el respeto mutuo. Implica la formación para comprender el punto de vista del otro, reconocer que debe ser estimado y respetado, solicitar el respeto hacia uno mismo y lograr un nivel suficiente de autoestima y también actuar con solidaridad, tolerancia y comprensión hacia los eventos cotidianos de íntima naturaleza humana (Del Rey, Ortega y Feria, 2009).
Cuando hablamos de coexistencia de personas con ascendencias y circunstancias vitales diversas, con sustratos culturales diferentes, diversidad de género, etc., no se trata solamente de que personas con características diversas o con rasgos identitarios diferentes coexistan pacíficamente. Partimos de la aceptación de que la situación natural en cualquier colectivo es, precisamente, la diversidad de capacidades, la diversidad lingüística y cultural, de género, de orientación sexual, de medios socio-económicos…
Derivada de esa concepción destacan dos aspectos de importancia. Por una parte, el entendimiento de la idea de la construcción de la convivencia positiva. Trabajar la convivencia tanto desde lo personal como desde lo colectivo posibilitará entre otros, mejorar el funcionamiento de toda la escuela y convertirla en una organización viva. Una organización con sentido de comunidad e identidad colectiva en torno a valores asociados a la comunicación y al diálogo, lo que posibilitará la apertura al mundo exterior, a nuevas personas y nuevas ideas (Uruñuela, 2016).
Por otra parte, es preciso destacar que las relaciones con otras personas son un elemento esencial en el proceso de desarrollo personal. Vamos construyéndonos como sujetos en interrelación y en co-relación con los demás, comunicándonos, interactuando.En la familia, en el círculo de amistades, en el lugar de trabajo y por supuesto en la escuela es donde vamos construyendo nuestra identidad.
Habría que subrayar, en consecuencia, la idea de interrelación entre las diferentes personas. La historia nos muestra que los avances de la humanidad se han debido al intercambio de conocimiento entre diferentes, a la interacción entre personas y sociedades diversas. Por eso, la escuela debe promover no sólo respeto y reconocimiento entre “iguales/diferentes”, actitud empática e interés por sus sentimientos, conocimientos y pareceres sino que, además, ha de proponer contextos de interrelación. El conocimiento mutuo y el contraste de diferentes “miradas” al mundo proporciona al alumnado un análisis más profundo de la realidad y un impulso importante a sus aprendizajes.
Hoy en día la convivencia no sólo se desarrolla en el entorno físico. Los avances en las tecnologías de la información y la comunicación y el uso generalizado de Internet en la sociedad aportan múltiples posibilidades a la hora de establecer interrelaciones entre las personas. En muchos casos, esto ha modificado de forma radical los escenarios de convivencia, el modo de establecer la comunicación y los contextos sociales donde se desarrolla.
Esta realidad ha transformado la convivencia y la ha dotado de nuevas características y peculiaridades, de tal forma que ya comenzamos a hablar de ciberconvivencia. Asimismo, el aumento de las posibilidades de intercambio de comunicación incide claramente en las actitudes y conductas que se dan en el proceso de interrelación, añadiendo una nueva dimensión que bien pudiera quedar reflejada en otro término asociado al de ciberconvivencia: ciberconducta. (Ortega, Del Rey y Casas, 2015).