Conducta Suicida

Las y los menores pasan gran parte de su tiempo en centros educativos, donde la misión principal es la de garantizar un desarrollo integral a través de entornos facilitadores de enseñanza y aprendizaje. Por eso, las aulas son un entorno ideal para la promoción de la salud mental donde aprender estrategias preventivas de la conducta suicida: tomar conciencia de los factores de riesgo, saber detectar las señales de alarma habituales y buscar ayuda. El profesorado reconoce habitualmente que desempeña un rol importante en la prevención del suicidio entre el alumnado, y se muestra dispuesto a implicarse activamente.

 

Las intervenciones desarrolladas en el ámbito educativo para prevenir las conductas suicidas tienen un efecto positivo en el manejo de la ideación suicida, y tienen un efecto duradero sobre las tentativas suicidas (Robinson et al., 2018), por lo que son eficaces para salvar vidas. Los programas universales de aprendizaje socioemocional han demostrado mejorar significativamente la salud mental de las y los adolescentes (Durlak et al., 2011), y existe un consenso general en cuanto a admitir un efecto beneficioso de muchas iniciativas preventivas en edad escolar, como el del afianzamiento de la comunicación y el apoyo familiar, en la reducción de la ideación suicida en las y los adolescentes. Los programas de habilidades socioemocionales para la vida en los centros educativos tienen como objetivo la adquisición de competencias orientadas al bienestar emocional de toda la comunidad educativa, desde un clima de aula que genere seguridad y confianza entre el alumnado y el profesorado.

 

Intervención multinivel

Existe una amplia evidencia internacional que recomienda que la prevención de la conducta suicida en el ámbito educativo se tiene que orientar desde una perspectiva de salud pública -el objetivo es el de llegar al mayor número de estudiantes antes de la aparición de las conductas suicidas-, mediante un modelo denominado intervención multinivel (Miller, 2021).

 

Los programas de prevención de conductas suicidas universales, o de nivel 1, deben dirigirse a toda la comunidad educativa, incluyendo alumnado y profesionales, independientemente de su nivel de riesgo; y buscan identificar y detectar a las alumnas y alumnos que necesitan ayuda. Se justifican desde la premisa de que la mayor parte de las personas jóvenes en riesgo permanecen en el anonimato y no son detectadas. Persiguen la promoción de la salud mental y de los elementos protectores de ésta, mediante la prevención de los factores de riesgo asociados a la misma, y tratan de persuadir al alumnado implicado para que busque ayuda y alternativas eficaces ante eventuales situaciones

de riesgo.

 

Los contenidos a considerar en el nivel 1 incluyen: información epidemiológica; mitos y realidades en torno a la conducta suicida; factores de riesgo; factores protectores; posibles señales de alarma de la conducta suicida; y respuestas adecuadas ante conductas suicidas en los compañeros y compañeras (qué decir y qué hacer). No se trata de proporcionar información exhaustiva, sino más bien de generalizar los conocimientos básicos esenciales en la prevención de la conducta suicida en la población infantil y adolescente. Se considera que el profesorado orientador y consultor son las personas profesionales adecuadas para liderar estos programas.

 

El nivel 2 va dirigido al alumnado más vulnerable o con riesgo de desarrollar conductas suicidas. Por último, el nivel 3 se centra en el alumnado que ya ha presentado conductas suicidas y necesita intervenciones más específicas. Un aspecto angular de las intervenciones dirigidas a la prevención del suicidio en la escuela es que han de ser estructuradas, han de implicar a toda la comunidad educativa y han de ser sostenidas y sostenibles en el tiempo; de hecho, las intervenciones breves y llevadas a cabo exclusivamente por personal externo se han mostrado poco eficaces.

 

Marco educativo para la intervención: iniciativa Bizikasi

La iniciativa Bizikasi pretende contribuir a que los centros educativos sean espacios seguros de convivencia positiva y de tolerancia cero ante posibles situaciones de acoso, condición indispensable para lograr el principal objetivo del sistema educativo: acompañar a todo el alumnado en su desarrollo personal y dotarlo de competencias y herramientas que le permitan participar en la sociedad como ciudadanía activa y responsable. Para ello es vital compartir la experiencia de la vida desde la defensa de la dignidad de todas las personas, la equidad, la inclusión y el respeto mutuo. Por lo tanto, es necesario, por una parte, educar en convivencia. Crear una atmósfera positiva generando entornos seguros y ambientes acogedores en los que todas y todos sean partícipes y puedan aprender desarrollando al máximo todas sus potencialidades. Es decir, trabajando el sentimiento de pertenencia y el vínculo, los mejores aliados para construir la escuela inclusiva.