¿Cómo se debe intervenir en caso de que la familia obstaculice el proceso? (Obstáculos: prohibición de hablar del tema, incumplimiento del protocolo, falta de aceptación y colaboración)

En los casos en los que exista una conducta de falta de cooperación por parte de la familia, se recomienda explicar detenidamente el funcionamiento de la conducta suicida y la importancia de la implicación y cooperación familiar para abordar adecuadamente esta problemática, y desarrollarla de forma positiva. En general, se trata de buscar la mayor implicación de la familia para ofrecer apoyo emocional a la o el adolescente y disponer de un sistema de intervención multidisciplinar (sanitario, escolar, escolar) que se está llevando a cabo. Es posible que las madres, padres o personas cuidadoras principales de la o el adolescente tengan sentimientos ambivalentes de culpa y rechazo por la conducta suicida de la alumna o alumno. Por ello, hay que minimizar el sentimiento de culpa de la familia y tratar de subrayar la importancia de contar con su ayuda para tratar el problema adecuadamente.

Si no hay consentimiento de la familia y se vulnera la confidencialidad, ¿está legalmente protegido el personal del centro?

Si la vida de una o un menor corre peligro, hay que actuar con determinación y rapidez, la ley así lo ampara. En concreto, se dice:

En el artículo 16 de la Ley Orgánica 8/2021, de 4 de junio, de Protección Integral de la Infancia y la Adolescencia ("Deber de Comunicación Cualificada"), apartado 1, se dice que "El deber de comunicación previsto en el artículo anterior será exigible especialmente a quienes, por razón de su cargo, profesión, profesión o actividad, tengan atribuida la asistencia, la guarda, la enseñanza o la protección de niños, niñas o adolescentes y, en su ejercicio, hayan tenido conocimiento de la situación de violencia ejercida sobre ellos".

Más adelante, en el párrafo tercero del mismo artículo, se señala que "Las personas a que se refiere el párrafo anterior que tengan conocimiento de la posible situación de violencia de una persona menor de edad o aprecien indicios, deberán comunicarlo inmediatamente a los servicios sociales competentes". Además, deberán comunicar inmediatamente a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad y/o al Ministerio Fiscal los riesgos para la salud o seguridad del niño, niña o adolescente derivados de esta violencia.

El artículo 34 de la Ley Orgánica 8/2021 define la conducta suicida como una forma de violencia ejercida por la persona contra sí misma. Por tanto, en caso de suicidio de algún alumno o alumna, lo recogido en los párrafos anteriores debe ejecutarse también en caso de conducta suicida. En concreto, se dice que las Administraciones educativas regularán los protocolos de actuación contra el abuso y el maltrato, el acoso escolar, el ciberacoso, el acoso sexual, la violencia de género, la violencia doméstica, el suicidio y la autolesión, así como cualquier otra manifestación de violencia incluida en el ámbito de aplicación de esta ley. En la redacción de estos protocolos participarán los niños, niñas y adolescentes, así como las administraciones públicas, instituciones y profesionales de los sectores implicados en la prevención, detección precoz, protección y reparación de la violencia contra la infancia y la adolescencia.

Cuando la actitud de la familia o de las personas tutoras legales es parte del problema, ¿cómo debemos actuar?

Cuando se tienen indicios de que el contexto familiar y, o la conducta de las personas cuidadoras prioritarias es fuente de sufrimiento de la persona o ese contexto familiar se asocia a la conducta suicida de la alumna o alumno afectado, es recomendable realizar un trabajo psicoeducativo de toma de consciencia de problema con las personas cuidadoras prioritarias tanto desde el sistema educativo como desde el sistema sanitario. Trasladar la idea de un contexto de desarrollo que valide a la persona es esencial para prevenir la conducta suicida.

Si no se obtiene colaboración de las personas cuidadoras y el problema de la conducta suicida no remite o se agrava, se ha poner en conocimiento de este hecho a los servicios de protección a la infancia tal y como dicta la Ley Orgánica 8/2021.

¿Cómo coordinaremos la intervención con las y los profesionales sanitarios? ¿Cómo será la relación con las y los profesionales de salud mental?

Todas las personas profesionales de los servicios sociales, educación y salud generalmente implicadas deben dar una respuesta adecuada a las necesidades de una persona con conducta suicida. Así, las contribuciones de las y los diferentes profesionales resultan claves para la evaluación de las necesidades educativas, sanitarias, de cuidados y apoyos sociales de estas y estos, así como posterior elaboración de un plan compartido de atención y cuidados. Por ello, es necesario lograr una comunicación fluida y consensuada para el trabajo. Así, se valora la importancia de constituir equipos de trabajo con una cultura positiva, base para desarrollar buenas relaciones profesionales que garanticen una adecuada atención a las necesidades del alumnado con conducta suicida. Para ello, es necesario tener en cuenta el tiempo y la dedicación en la formación de equipos positivos que obtengan:

- Desarrollar buenas relaciones laborales entre sí.

- Tratar a todas las personas implicadas en la ayuda de la niña, niño o adolescente como iguales.

- Fomentar el debate abierto.

- Mostrar sensibilidad y utilizar formulaciones constructivas cuando se cuestionan las opiniones de otros profesionales.

- Ofrecer la posibilidad de resolver las diferencias existentes dentro del equipo.

- Contar con procedimientos de resolución de discrepancias

Es vital fomentar el conocimiento compartido como base de apoyo e información para prestar una atención más amplia y coordinada, reduciendo el número de personas diferentes con las que la familia debe contactar. En el sistema sanitario, cada niña, niño o adolescente con conducta suicida tendrá un profesional de referencia y asumirá las siguientes funciones:

- Desarrollar las tareas de coordinación de reuniones, tiempos y registros con cada una de las personas y servicios implicados.

- La interlocución con otros profesionales sobre todos los cambios que se producen en los planes de atención y cuidados.

- Apoyar a la niña, niño o adolescente y a su familia para prestar los servicios adecuados y facilitar el acceso a los mismos.

- Ofrecer disponibilidad a consultas y contrastes si la niña, niño o adolescente plantea preguntas o mayores necesidades de apoyo.

¿Qué podemos hacer cuando una alumna o alumno (siendo niña o niño, adolescente o mayor de edad) no acepta la ayuda profesional?

Para que las intervenciones propuestas surtan efecto, la aceptación de la ayuda es una condición sine qua non, indispensable. Por lo tanto, ha de poner mucho énfasis en crear una buena alianza de trabajo con la alumna o con el alumno. Para ello, es importante validar su experiencia suicida y mostrarse como una persona empática y compasiva. Se le ha de ofrecer un apoyo emocional incondicional y mostrar claramente las dimensiones del problema de la conducta suicida y la necesidad de buscar ayuda. De ese modo, lo más probables es que la alumna o el alumno se muestre más permeable a dejarse ayudar, se recomienda ser paciente y obrar con insistencia, aunque no excederse en la presión. Es importante que durante ese tiempo se preste una atención continuada.

Si a pesar de todo, la conducta suicida se agrava y la vida de la persona corre peligro, se puede solicitar la hospitalización voluntaria o forzosa, aunque debería recabar el consentimiento de la madre, padre o representantes legales.

¿Cómo se deben estructurar las entrevistas?

Aunque es común preguntar por: “¿cómo estás?” “¿te encuentras bien?” o preguntas similares y esperar que la alumna o alumno comience a desvelar su estado, esto no es lo más recomendable. Este tipo de actuación corresponde a una actitud pasiva de prevención y se corre el riesgo de que la persona no comunique su sufrimiento. Así, se recomienda adoptar una actitud activa y partir de lo obvio, de lo observable. Un buen comienzo de una conversación sobre una conducta suicida es partir de señales de alarma. Es decir, de las señales de alarma que se han observado. Por ejemplo: “últimamente hemos visto que estás muy tensa, tenso, ansiosa, ansioso que te cuesta concentrarte…”, “últimamente hemos visto que te aíslas y pasas mucho tiempo sola, solo en el patio…”, “últimamente hemos visto que estás irritada, irritado, que tienes signos de cansancio y agotamiento emocional, que te cuesta seguir el ritmo de la clase y que estás desmotivada o desmotivado...”

Es prioritario que la entrevista siga la directriz de las conversaciones centradas en la persona. Es decir, mantener conversaciones que valoren la experiencia emocional relacionada con la escucha activa y la conducta suicida. Asimismo, se recomienda que, si la alumna o alumno presenta señales de alarma de conducta suicida, se pregunte directamente y específicamente sobre el suicidio. Para ello, se preguntará sobre si presenta ideación o pensamientos suicidas, sobre la frecuencia y duración de los mismos, sobre si ha elaborado un plan de suicidio, y en tal caso si tiene intención de llevar a cabo ese plan. Esta metodología permite ubicar a la persona en un continuo de riesgo suicida y obrar en consecuencia.

Es prioritario valorar como un logro el hecho de pedir ayuda, además debemos mostrar nuestra disponibilidad a ayudar a esa persona.

En la entrevista, ¿es una buena idea hablar de experiencia personal?

En cuanto a dar a conocer experiencias personales, generalmente se produce el efecto contrario, es decir, la conversación deriva en cuestiones morbosas, detalles poco relevantes o peor aún, en hablar de métodos de suicidio. Además, está la expresión emocional que acompaña al relato personal, que a veces la profesora o profesor puede verse abrumado al contarlo, dando a entender que la conducta suicida es algo insuperable y que marcará la vida de una persona para siempre. Tampoco recomendamos que otras alumnas o alumnos que han realizado tentativas de suicidio cuenten su experiencia ya que se corre el riesgo de potenciar una mayor vulnerabilidad de la conducta suicida.

En definitiva, se recomienda una postura empática, que valide a la persona que promueva la confianza para hablar del suicidio sin prejuicios y emotividad desmedida.

¿Cuáles son las estrategias para gestionar el tema con el alumnado de Educación Especial? ¿Por ejemplo en los casos en los que se produce un trastorno del espectro autista o con alumnos con altas capacidades?

En primer lugar, queremos destacar que la conducta suicida también está muy presente en el alumnado con discapacidad física, psíquica o sensorial, por lo que también es un tema a tratar de forma preventiva con este colectivo. En concreto, las niñas, niños y adolescentes con trastorno del espectro autista tienen más riesgo de suicidarse, de intentar suicidarse y de morir. De hecho, las personas con trastornos del espectro autista tienen nueve veces más posibilidades de suicidarse y seis veces más de intentar suicidarse, lo que se impone en la adolescencia, por lo que la población es muy vulnerable y en estos casos la prevención temprana es muy adecuada en el centro escolar.

Con personas con trastornos del espectro autista, es un reto hablar de la conducta suicida ya que presentan dificultades para identificar y comunicar los estados propios y comprender conceptos abstractos de la muerte y el morir. Además, las y los adolescentes autistas no suelen hablar espontáneamente del suicidio. Por ello, si se detectan señales de alarma de suicidio ante situaciones vitales adversas o de cambio tales como agresión de otra persona, cambio de persona cuidadora, separación de una persona importante, cambio de residencia, traumatismo físico y sexual, etc., se ha de establecer una conversación activa, y adaptada, sobre conducta suicida. Para ello, es necesario darle espacio, comenzar una conversación sobre un tema que le interese hasta que se sienta cómoda o cómodo. Después, hablar de las señales de alarma que han sido detectadas y preguntar sobre suicidio. Es necesario usar un lenguaje directo reduciendo lo máximo posible los sentidos figurados y las metáforas ya que pueden confundir y frustrar. Realizar preguntas cortas y utilizar frases uniformes y constantes, aunque sin estresar demasiado. Tener mucha paciencia y darle tiempo para que procese las palabras. Si se observa que no procesa bien las palabras habladas, utiliza la comunicación escrita. También se pueden utilizar dibujos o imágenes que representen malestar, abatimiento, desesperanza, soledad, pensamientos suicidas. No se debe olvidar elogiar su conducta por hablar de sus sentimientos.

Las y los estudiantes de altas capacidades también forman un colectivo de riesgo. Las dificultades de integración y socialización de algunas alumnas y alumnos en la escuela, motivadas por sus características, intereses y conductas, condicionan en ocasiones la existencia de sentimientos de no pertenencia y son la causa del sufrimiento. La comunidad educativa deberá prestar especial atención a las señales de alarma en estas personas, a la vez que se reforzarán sistemáticamente los canales de comunicación y ayuda con las mismas, con el objetivo de detectar precozmente cualquier indicio o situación de riesgo.

¿Con qué edad hay que empezar a hablar del suicidio? ¿Conviene hablar en E.I. y en E.P.?

A nivel educativo, tanto en el sistema escolar como en el sistema familiar, una edad óptima para comenzar a hablar del suicidio son los 12-13 años edad. A dicha edad las y los adolescentes tienen capacidades cognitivas óptimas para comprender las experiencias relacionadas con la conducta suicida. Además, se sabe que a partir de esa edad se incrementa la conducta suicida y las autolesiones no suicidas, por lo tanto, es necesario comenzar a hablar sobre la salud mental en general y la conducta suicida específicamente de forma clara y concisa. En Educación Infantil es mejor optar por generar buenos cimientos del bienestar emocional. Así, se recomienda trabajar la competencia para el reconocimiento de las emociones y desplegar técnicas simples de regulación emocional o afrontamiento de emociones difíciles. En Educación Primaria se ha de comenzar a trabajar la importancia del cuidado de la salud mental y de la regulación emocional. En cuanto a la salud mental, se puede hablar de la importancia de pedir ayuda en caso de encontrarse mal y de las conductas de riesgo que perjudican la salud de la persona. Nosotras y nosotros tenemos que valorar cómo está el bienestar emocional de nuestro alumnado. Es importante que los que estamos en el ámbito educativo trabajemos a nivel preventivo porque nos corresponde y además es factible.

¿Existe alguna herramienta para poder detectar factores de riesgo a principio de curso?

Existen herramientas de cribado que permiten realizar una valoración del riesgo de suicidio de la persona. Los resultados obtenidos tienen un valor más preventivo que predictivo, es decir, nos informan de los indicadores de riesgo de la conducta suicida pero no predictivos para saber si una persona intentará o no suicidarse en un momento determinado. Nosotras, nosotros, como profesoras y profesores, podemos valorar cuál es el malestar emocional del alumnado y, aunque no podemos garantizar la previsión de conducta suicida, podemos hacer un trabajo importante a nivel preventivo.

Cuando se abre el protocolo, ¿hasta cuándo se realiza el seguimiento? ¿Quién se hace cargo del seguimiento?

Una vez abierto el protocolo, se deben seguir los pasos definidos en la “Estrategia de Prevención, Intervención y Posvención de la Conducta Suicida”. Dependiendo de la gravedad del caso, el seguimiento se prolongará más o menos. En cualquier caso, como orientación, el seguimiento debe mantenerse entre 3 y 6 meses como mínimo. Se propone un seguimiento compartido en un grupo de trabajo multidisciplinar y colaborativo (sanitario, escolar, familiar).

¿Qué ocurre en los periodos vacacionales debido al seguimiento del protocolo?

Durante el periodo vacacional, las obligaciones de vigilancia de la salud del alumnado se encomiendan a la familia y al sistema sanitario. La “Estrategia de Prevención, Intervención y Posvención de la Conducta Suicida” es una herramienta diseñada principalmente para la gestión de la conducta suicida en el contexto escolar.

¿Cómo se puede sensibilizar y formar a la comunidad educativa (familia, personal escolar…) sobre la importancia de este protocolo?

Es fundamental crear una cultura de prevención del suicidio que se integre en toda la comunidad educativa. Para ello, es necesario implicar al personal escolar, al alumnado y a las familias. Por el contrario, debería integrarse en un plan general para preservar el bienestar de toda la comunidad educativa. Hasta ahora ha habido formaciones para la iniciación, con asesores de convivencia, inspectores, grupos BAT y personas de referencia y se han puesto materiales a disposición en la web Bizikasi (incluyendo grabaciones de las formaciones). Este portal está disponible para todo el profesorado. Sería conveniente, sin embargo, que estas formaciones se vieran en los claustros para encauzar el debate y tener una visión consensuada.

Una lectura compartida del protocolo también sería de gran ayuda. Implicar al centro en este proceso de aprendizaje ayudaría a crear una cultura de prevención de conductas suicidas en el centro. La cultura de la prevención del suicidio implica la integración y participación de todos los agentes que intervienen en la vida del alumnado (familia, escuela y comunidad). En cuanto a la familia, abordar el tema en la escuela a partir de los 12 años es una forma de superar las resistencias en torno al tema y abordar el tema de la conducta suicida. La estrategia educativa incluye, además de material específico para el alumnado, material específico para las familias con el fin de eliminar y facilitar el diálogo sobre mitos y falsas verdades en torno al suicidio. La idea es clara, que hablar de suicidio previene. Por lo que respecta a las trabajadoras y los trabajadores del sector educativo, la” Estrategia de Prevención, Intervención y Posvención de la Conducta Suicida” pretende que algunas competencias mínimas se extiendan a toda la comunidad educativa, incluyendo a todo el personal, tanto de administración como de servicios.

¿Cómo se puede trabajar este tema en las aulas? ¿Cuál es la forma más eficaz de trabajar este tema con el alumnado? (cortometrajes, expertos, talleres) ¿Además de los materiales que se pueden encontrar en la página Bizikasi, habrá materiales sobre suicidio adaptados a los diferentes niveles?

Los centros deben ser promotores para la salud. La salud mental es, precisamente, básica para llevar a cabo el proceso de aprendizaje. El bienestar emocional debe formar parte de todo el proceso de aprendizaje, es decir, todos los procesos que se llevan a cabo en los centros deben garantizar el bienestar emocional.

También es importante trabajar la resiliencia. Para fomentar la resiliencia es necesaria una intervención estructural con el alumnado, que incluya trabajo continuo y adaptado a la edad, y que se imparta en todos los ciclos educativos.

En la página web Bizikasi hay diverso material y junto a este material, a partir de los doce años, es conveniente abordar temas más específicos como las causas del dolor mental, las autolesiones y las conductas suicidas. Para trabajar entre los 12 y los 16 años, en él aparecerán materiales diseñados expresamente y que servirán para trabajar el tema de la conducta suicida.

El tema del suicidio ¿debe integrarse explícitamente en el plan de tutoría de forma sistematizada? ¿Conviene trabajar este tema aunque el alumnado no lo mencione?

En la medida en que la conducta suicida está directamente relacionada con el malestar, la educación emocional es un contenido a trabajar a lo largo de todo el itinerario de aprendizaje. La inclusión en el plan de tutoría de actividades sistematizadas que garanticen el bienestar es una vía idónea para garantizar el tratamiento del tema.

El centro debe tener clara la opción de trabajar por el bienestar. Para hacer frente a las vicisitudes de la vida, el alumnado debe desarrollar habilidades humanas y el centro debe promover diversas actividades para trabajar la educación emocional. Estas actividades se pueden trabajar en tutorías o indirectamente integrándolas en otras materias. Lo que tenemos que tener claro siempre es que tenemos que hablar de salud mental con el alumnado e insistir en la importancia de pedir ayuda.

Existen actividades en Bizikasi que pueden ayudar a trabajar el tema. Estas actividades serán útiles, pero en algunos casos las preguntas de las alumnas y de los alumnos serán específicas. En estas situaciones siempre tendremos que analizar el contexto. Para prevenir la conducta suicida se puede utilizar material específico preparado, ya que en cualquier momento puede surgir un interés por el tema. Es conveniente, por tanto, que el profesorado esté preparado para dar respuestas técnicas y adecuadas desde la serenidad.

¿El profesorado está preparado para afrontar este tema?

El centro escolar es un entorno ideal para la prevención, intervención y apoyo. Como profesoras y profesores que estamos con las y los menores, tenemos la responsabilidad de acompañar y ayudar a cualquier alumna o alumno en situaciones de malestar emocional. En los casos de conducta suicida, por tanto, tenemos nuestra responsabilidad. La formación del profesorado es fundamental, así como conocer las pautas acordadas en el centro, pero lo que resulta imprescindible es estar dispuesta o dispuesto o a colaborar.

En la medida en que la conducta suicida es multifactorial, debemos tener en cuenta diferentes variables de riesgo. La pertenencia frustrada, por ejemplo, influye notablemente en esta situación de malestar del alumnado. Por ello, creando interacciones ricas y ayudando en el proceso de socialización, podemos ayudar mucho al alumnado que se encuentra en esta situación. La pedagogía del cuidado y la disposición a colaborar contribuyen a reducir el malestar del alumnado.

En caso de que el alumnado con problemas suicidas esté en clase, ¿conviene trabajar el tema del suicidio en la tutoría? ¿cómo trabajarlo con el grupo cuando hay un caso?

En estos casos deben establecerse todas las medidas necesarias para garantizar la privacidad y confidencialidad, por lo que se estudiarán los casos individualmente. Debemos abordar la intervención consensuada con la propia alumna o el propio alumno. Deberíamos llegar a un acuerdo con la cuestión de trabajar el tema teniendo en cuenta el contexto y todas las variables relevantes. La prioridad siempre será garantizar el bienestar del mismo alumno o alumna.

Sin embargo, el tratamiento de la conducta suicida en el aula se abordará desde la prevención, con un tratamiento sensible que busca reforzar el sentimiento de pertenencia y buscar ayuda, adquiriendo conocimientos.

¿Qué tipo de ayuda pueden ofrecer los compañeros o compañeras en caso de riesgo de suicidio o ante autolesiones?

El objetivo de la estrategia es capacitar al alumnado para que ayude a buscar ayuda a sus compañeras y compañeros con conducta suicida. Tenemos que establecer una cultura de pertenencia que valore la importancia de pedir y dar ayuda.

Las compañeras y compañeros deben entender que, desde el compromiso ético, tenemos que ayudar estando otro igual en esta situación y el centro debe fomentar esa cultura de apoyo. Todo el alumnado debe conocer la importancia de las comunicaciones. Tienen que convencer a la compañera o compañero que siente malestar para que pida ayuda. Asimismo, el alumnado debe comprender la importancia de la discreción. Cuando un comportamiento suicida es público y se difunde la noticia, hay que tomar medidas para evitar la estigmatización y los rumores y fomentar la mejor integración de la alumna o alumno en la comunidad escolar.

¿Cómo se debe intervenir al detectar autolesiones?

Las autolesiones son habituales en la adolescencia y buscan aliviar el sufrimiento emocional. Son respuestas inadecuadas (desadaptativas) que producen dolor físico para aliviar el dolor mental.

A través de las autolesiones, la alumna o el alumno proporciona un mensaje de malestar. Deberá contar con una persona referente que le acompañe, como una compañera o compañero de viaje (una persona de confianza para que canalice adaptativamente ese dolor mental). La alumna o el alumno necesita referencialidad. Es posible recibir la información de las autolesiones desde diferentes fuentes: que el profesorado se dé cuenta, que la propia alumna o alumno lo mencione, que las familias se den cuenta. Si la información proviene de una tercera persona, antes de activar otro proceso, lo primero que hay que hacer es corroborar esa información con la alumna o el alumno, de forma privada y confidencial. Es imprescindible mantener la calma cuando recibimos la noticia de las autolesiones, cuidando que tanto las palabras que utilizamos como el lenguaje corporal sean adecuados. Si las heridas son nuevas, debemos valorar si es necesaria la atención médica primaria.

Debemos evitar juzgar o que se reste importancia a la situación. Para acercarnos a la alumna o al alumno debemos utilizar la validación emocional y la escucha activa para posibilitar el drenaje emocional. En caso de ser menor de edad, hay que organizar una reunión con la familia para facilitar la intervención y si es necesario, realizaremos una derivación. Sin embargo, si la alumno o alumno no quiere informar a la familia, hay que convencerla o convencerle de que estamos a su lado. En el caso de las personas mayores de edad, debemos destacar la importancia de buscar ayuda y que la alumna o alumno tenga claro que también estamos a su lado en este proceso.

Si la persona comunicara ideas suicidas o señales de alarma de conducta suicida, procederíamos de acuerdo con lo recogido en la “Estrategia de Detección, Intervención y Posvención de la Conducta Suicida”.

¿Qué acciones podemos realizar en los centros educativos para reducir las autolesiones?

La prevalencia de autolesiones es muy alta a partir de los 12 años y se calcula que 1 de cada 4 adolescentes se ha autolesionado alguna vez en su vida. Las autolesiones son conductas que ponen en marcha el alumnado adolescente para hacer frente a situaciones de alto sufrimiento emocional (aliviar la tensión y el estrés, combatir sentimientos negativos, desconectar de recuerdos dolorosos, aliviar pensamientos relacionados con el suicidio o comunicar malestar). Las autolesiones sin intención de suicidio son importantes predictores de conductas suicidas en el futuro, por lo que siempre hay que tomarlas en serio (tendremos que contactar con la familia y hacer un seguimiento).

Por un lado, las actuaciones propuestas en la “Estrategia de Prevención, Intervención y Posvención de la Conducta Suicida en el Ámbito Educativo” pretenden reducir el impacto de las autolesiones no suicidas, visibilizando y facilitando la gestión de las causas habituales del sufrimiento emocional en la adolescencia. Por otro lado, es imprescindible crear una cultura compartida en la que se priorice establecer un sentimiento general de pertenencia y ayuda. En el ámbito educativo, es prioritario establecer cauces de apoyo entre el alumnado y el profesorado para que las alumnas y alumnos con necesidad puedan solicitar ayuda rápida garantizando la confidencialidad. Hay que canalizar el malestar de las alumnas y alumnos que se autolesionan y este alumnado debe aprender a canalizar el dolor mental de forma adecuada. Por eso, es fundamental que el profesorado facilite el drenaje emocional, porque por esta vía ayudaremos a desarrollar respuestas adaptativas para disminuir este dolor mental.

¿Cómo podemos cortar el efecto de contagio en los centros?

El efecto contagio se define como la repetición de una conducta suicida por el conocimiento previo o el efecto de otra conducta suicida. Las y los adolescentes son un colectivo muy vulnerable en cuanto al efecto contagio. Así, en muchas ocasiones, las y los adolescentes que recurren a las autolesiones o se suicidan no tienden a pedir ayuda, y mucho menos a las personas adultas. En el caso de la expresión de conductas suicidas, es habitual que sólo manifiesten su malestar a una persona. A menudo se lo dicen a otra persona que está en la misma situación porque entiende bien la situación, sin juzgarla. En la medida de lo posible, debemos concienciar y sensibilizar al alumnado sobre la importancia de pedir ayuda y transmitir a todo el alumnado que somos un centro dispuesto a ayudar.

Una escuela segura e inclusiva debe promover una cultura que establezca la importancia de pedir y ofrecer ayuda y estar atenta a las posibles necesidades de sus integrantes. Esta cultura de ayuda debe extenderse primando la disponibilidad para escuchar y ayudar.

Para combatir el efecto contagio es imprescindible visibilizar las causas del malestar emocional entre los y las adolescentes, no patologizar y estigmatizar conductas suicidas o problemas de salud mental y, sobre todo, valorar y normalizar la petición de ayuda.

¿Cómo podemos diferenciar una llamada de atención de un caso que puede tener un comportamiento suicida?

Las autolesiones y conductas suicidas, incluidas las amenazas suicidas, no deben ser consideradas como meras llamadas de atención. Es decir, en lugar de juzgar, debemos reflexionar: ¿por qué quiere llamar la atención? ¿Qué necesita comunicar? Para muchas y muchos, comunicar trauma o dolor mental y pedir ayuda es muy difícil, por lo que utilizan las heridas físicas para expresar su dolor.

Aunque muchas conductas autolesivas y/o amenazas suicidas forman parte de la comunicación del sufrimiento emocional intenso que sufren, siempre implican la necesidad de ayuda urgente. Hablar es la mejor medida para evitar el suicidio. Las personas con alto riesgo suicida manifiestan: deseos de muerte o suicidio, planes de suicidio y capacidad suicida (posibilidades de llevarlo a cabo).

¿Cómo gestionar y trabajar en el aula y en el centro cuando algún miembro de la familia de alguna alumna o alumno ha consumado el suicidio?

El fallecimiento de un familiar, amiga o amigo de una alumna o un alumno por suicidio es un hecho importante que requiere una respuesta adecuada. En caso de que se tenga conocimiento de la noticia por terceras personas, debemos cerciorarnos de la veracidad de la información. Trasladaremos a la alumna o alumno nuestra disposición a colaborar (escuchar y acompañar en el tránsito del duelo), siempre desde la confidencialidad. El duelo por el suicidio suele ser un duelo difícil que a menudo vincula sentimientos de incomprensión, culpa y vergüenza. Hay que evitar la patologización y estigmatización de la muerte. Deben respetarse los tiempos de la alumna o alumno, lo que eventualmente puede requerir de ajustes curriculares.

¿Cómo se debe tratar el tema teniendo en cuenta las diferentes creencias religiosas?

El suicidio se da en todas las partes del mundo y en todas las edades, por lo tanto, no entiende de barreras geográficas y/o culturales, aunque dependiendo de los países o culturas se dan diferencias en la incidencia y la prevalencia. Aunque las convicciones religiosas pueden ser elementos protectores de la conducta suicida, no consideramos que tengan que dictaminar diferencias en las políticas preventivas de la conducta suicida. Es decir, la conducta suicida se combate desde la información de las conductas de riesgo, desde la desestigmatización, desde la promoción de la salud mental y partiendo del principio que hablar del suicidio lo previene.

¿Cuáles son las estrategias para conseguir una adecuada conexión social?

Es necesario analizar el sentido de pertenencia a nivel: familiar, entre iguales. así como a nivel de comunidad. A mayor nivel de pertenencia, a pesar de que exista dolor mental, mayor será la conexión a la vida.

El alumnado pasa muchas horas en el centro educativo, por lo que el centro escolar es el mejor lugar en el que observar el grado el grado de conexión. La alumna o alumno debe tener un sentimiento de satisfacción con respecto a sus iguales, sentir que están conectados que tiene la oportunidad de compartir ambiciones y deseos…

También se fomenta la conectividad fuera del centro, desde el punto de vista sistémico, en las extraescolares o en la comunidad, así como en otras actividades que se dan en el pueblo. Debemos tener en cuenta cómo se sitúa y cuáles son los sentimientos del alumnado en los diferentes ámbitos.